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Conferencia de la Dra.Guadalupe Chocano Higueras «Hernán cortés y la conquista de Tenochtitlan-México».
Perteneciente al ciclo de conferencias “Efemérides históricas”.

Labor del historiador es estudiar al personaje sobre documentos, y en el caso de Hernán Cortés son los primeros e ineludibles sus Cartas al monarca español, las que denominamos Cartas de Relación, que dan muestra de persona cultivada, por encima de la media de los conquistadores, dotado de calidad literaria, con conocimientos de latín y derecho, siendo sus escritos los primeros en contribuir a crear su fama, así como también influyeron los cronistas con sus Historias de Nueva España, favoreciendo la imagen de conquistador de gran imperio, a lo que se sumó poco después y por influencia de los franciscanos la consideración de conquistador de almas; sin embargo, en el siglo XVIII, y más señaladamente en el XIX, cuando en tiempos de nacionalismos pesaba sensiblemente la leyenda negra, se incrementaron las críticas sobre la simbólica figura del conquistador Cortés, evolucionando su visión tradicional de héroe a la de villano…Ese dualismo maniqueo no corresponde a la reflexión histórica que no es juzgar sino conocer, hay que contextualizar en toda su complejidad, sin proyectar sobre lo pasado los valores del presente.

Hernán Cortés supo captar la existencia de un gran imperio en el continente americano y muy pronto determinó cambiar el sentido de la expedición y dirigirse a la capital de esa tierra poderosa y rica en oro, la ciudad de Tenochtitlán que, construida sobre islotes del lago Tezcoco, era la capital de la Triple Alianza que, juntamente con las ciudades, de Tezcuco y Tlacopan, constituían el imperio de Moctezuma II; se trataba del imperio mexica o Mexica-Culúa que oyeron citar los primeros españoles que habían tocado el litoral tabasqueño un año antes de la llegada de Cortés.

En la empresa cortesiana tuvieron destacado o decisivo papel ciertos pueblos y ciudades, y que citamos en orden a su encuentro: Villa Rica de la Vera Cruz (primera fundación en el continente), Cempoal, Tlaxcala, Cholula, Guazuncingo, Iztapalapa, Tenochtitlan, Otumba y Tezcuco. Sobre aquellos probó Cortés sus conocimientos en materia legal, diplomática, estratégica y táctica, pero sobre todo demostró extraordinaria intuición y eficacia; en primer lugar dio un giro fundamental a la expedición dándole carácter de conquista, y seguidamente, en cada etapa del viaje, armado de sus mañas y argucias como decían los cronistas, aunando amigos y dividiendo enemigos, fue logrando decisivas alianzas y sumando numerosas fuerzas de guerreros nativos a su escaso ejército, tanto de independientes y enemigos del imperio mexica como también de los que hasta entonces habían sido sus aliados.

Entre aquellos acuerdos, fueron muchos los pueblos que visitó en su trayecto a la capital mexica, algunos recibiéndolos amistosamente y aceptando o incluso ofreciendo su amistad para librarse de las guerras periódicas y otros tributos impuestos por los poderosos mexicas, como también debió afrontar duros enfrentamientos por parte de los aliados de los mexicas que, pese a las promesas de colaboración hechas por los emisarios de Moctezuma en sus reiteradas visitas a Cortés, no faltaron las celadas o resistencias pasivas obstaculizando su camino, tras hacerles aparentes recibimientos de amistad. Paralelamente, también se producían episodios difíciles entre sus hombres que, partidistas de su antiguo patrón, el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y ante las dificultades del camino, con extremas condiciones climáticas nunca observadas hasta entonces en las Indias, y desde luego aterrados por la ferocidad de los nativos y sus sacrificios humanos, persistían en amenazar con el regreso a Cuba, asunto que ya había sorteado Cortés por primera vez ordenando barrenar la flota que les había traído desde la isla. Otras dificultades interpuestas por españoles le fueron llegando al conquistador a través de las diferentes expediciones del gobernador Velázquez destinadas a castigar a Cortés y relevarle en la gobernación de las nuevas tierras; con el mismo objetivo, actuaron los amigos de Velázquez en la Península, incluso el poderoso obispo Rodríguez Fonseca, criticando la acción de Cortés ante la Corte y el emperador.
El 8 de noviembre de 1519 se produjo el primer encuentro de Cortés con el tlatoani Moctezuma II. El gran recibimiento que hizo Moctezuma al capitán general español, seguido de una estancia amigable y generosa, sin embargo, no tardó en trocarse en enemistad y rebelión antiespañola de parte de algunos de los principales mexicas; tras una durísima guerra de meses, con decenas de miles de víctimas, decidió Cortés la forzosa salida de la ciudad en la tristemente famosa Noche Triste, de 29 a 30 de junio de 1520; la persecución de la confederación mexica no cesaba, y una semana después sorprendían al muy maltrecho ejército de Cortés y sus aliados, en Otumba, combate que será finalmente victoria española, y de trascendencia para el éxito final de la conquista.

Casi un año después, abordó Cortés el segundo intento de conquista de Tenochtitlan; en los meses pasados se había ocupado de los dos elementos clave preparatorios: fabricación de 13 bergantines y la campaña de dominio de las provincias que rodeaban la región mexica de los lagos. La construcción de las piezas navales se llevó a cabo en Tlaxcala, dirigida por el maestro de ribera Martín López, extraordinario protagonista con su acción constructora, resultando una buena conexión entre españoles e indígenas la construcción de buques, como también lo era en la guerra, aunque en los pertrechos de metal, velas o cabullería, debieron reutilizar los de las naves que había mandado barrenar Cortés o de otras posteriores. De la ciudad tlaxcalteca debían llevarse a Tezcuco, señorío de la Triple Alianza pero ya aliada de Cortés y punto esencial aunque se suele ignorar. Cuenta Cortés el impactante traslado por tierra durante 18 leguas, desde Tlaxcala a Tezcuco, de las 13 fustas sin armar, es decir, sus tablazones y ligazones, cargados por más de 8.000 hombres formando una columna de más de dos leguas de distancia de principio a final; dice el capitán general que, realizado con mucho concierto, lo vio entrar en Tezcuco con gran estruendo, escoltados por más de doscientos españoles, entre ellos algunos jinetes, además de los 20.000 guerreros de defensa en los márgenes con sus capitanes tlaxcaltecas, desfilando tan colosal comitiva durante más de seis horas sin interrupción. En su relato, apunta Cortés la laboriosa tarea que durante cincuenta días trabajaron más de 8000 nativos cada día en Tezcuco, haciendo una zanja de más de dos estados de profundidad y otros tantos de ancho, toda chapada y estancada, de manera que las naves se podían llevar sin peligro hasta el lago donde estaba situada la capital mexica.

En el mes de abril se botaron al agua; había convocado Cortés a las provincias de Tlaxcala, Guazuncingo y Cholula para que vinieran a Tezcuco y desde allí poner cerco a Tenochtitlan. En pocos días pasaban de 50.000 los guerreros aliados, parte se integrarían en las tres guarniciones de tierra formadas por Cortés que, mandadas por tres de sus capitanes, asentarían sus reales en diferentes puntos de la capital y la asaltarían de forma coordinada, mientras él entraría con los bergantines.

Desde el 30 de mayo que se puso cerco, duró el asedio 75 días, hasta la entrega de la ciudad el 13 de agosto de 1521; se había rendido el tlatoani Cuauhtémoc, y así acababa la conquista de Tenochtitlan, núcleo del imperio mexica. Culminada en dos años y medio, fue la empresa conquistadora por antonomasia de Cortés, y dando comienzo al virreinato de Nueva España dio principio al mestizaje étnico y cultural, a la cultura hispano-mejicana. Siendo Cortés lector de los dos grandes conquistadores de la Antigüedad, ejerció un papel esencial en la implantación cultural, reconociendo la importancia de conservar las estructuras nativas al incorporar el mundo occidental del que venía, incluyendo también el valor religioso en los nuevos vasallos del emperador Carlos, como así imponía el sentido Católico de la época.