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El Galatea, un fracaso de la Transición

La conferencia versa sobre la historia de un barco, el Galatea, que ha sobrevivido al tiempo. Construido como corbeta de tres palos en el año 1896 en el astillero escocés Anderson Rodgers & Co bajo la denominación inicial de Glenlee, fue destinado al tráfico del grano. Con anterioridad a la primera guerra mundial el barco cambió de propietarios y de nombre. Llegada éste fue requisado por la Royal Navy para ser destinado al Servicio de Control de Buques.

Finalizada la guerra, en 1919 fue adquirido por la naviera Societá Italiana di Navigazione Stella d´Italia que le cambiaría el nombre por el de Claratella. Bajo el pabellón de esta naviera fue transformado en motovelero dotado de dos motores Ansaldo de 450 cv cada uno de ellos.

En 1922 la Armada española lo incorporó a su flota bajo la denominación de Galatea, en referencia a una de las cincuenta nereidas. El barco contaba con veintiséis años y acumulaba ya cuatro viajes de circunnavegación y dieciséis pasos por el Cabo de Hornos. Una vez recepcionado en Cartagena el 14 de diciembre de 1922 el buque fue enviado a los astilleros Echevarrieta y Larrinaga (Cádiz) donde se procedió a su transformación en buque escuela.

En 1925 inició sus viajes de instrucción como buque escuela de oficiales hasta el año 1928 en que sería sustituido por el Juan Sebastián Elcano. Desde ese instante operó como buque escuela de suboficiales hasta 1952 formando a lo largo de ese período a más cinco mil suboficiales de la Armada española. Era un buque aparejado como bricbarca, con un desplazamiento de 2.757 toneladas, una eslora de 74,8 metros, una manga de 11,8 metros, un puntal de 7,8 metros y 21 velas con 2.800 metros cuadrados de superficie vélica.

Durante la Guerra Civil operó en Ferrol como escuela de maniobra para, finalizada ésta, recuperar su actividad como buque escuela hasta rendir su último viaje en Ferrol el 15 de diciembre de 1959. Desde ese entonces permaneció amarrado en la Estación Naval de la Graña.

Finalizada la década de los años setenta del siglo pasado se anunció por parte del Ministerio de Defensa el próximo desguace del buque. La principal voz contraria al desguace fue la de la Liga Naval Española con su presidente, el almirante Martel al frente quien propuso convertirlo en un museo naval flotante. Tras arduas negociaciones y, pese a las patentes reticencias de la Armada y del Gobierno, el almirante Martel consiguió, a través del Patronato de San Telmo, el compromiso definitivo de hacerse cargo del buque a través de una cesión del mismo por un período de 99 años.

El 30 de septiembre de 1985 el Galatea inició su viaje a Sevilla impulsado por el remolcador de altura Punta Roca. Para poder realizar el traslado se taparon los portillos, se aseguró la cubierta y se reforzaron los puntos del barco obligados a soportar los mayores esfuerzos. Tras cuatro días de navegación, el 4 de octubre de 1985 el Galatea, casi desguazado, llegaba a Sevilla.

Con el barco atracado en Sevilla, los promotores del proyecto comenzarían a tomar conciencia de la dificultad de reconstruir el barco. De la arboladura tan sólo se conservaban dos palos en Ferrol y uno en San Fernando, no existían ni portillos ni mascarón y las cámaras del comandante y de la oficialidad se encontraban en el museo de las Atarazanas barcelonesas, por lo que estas piezas serían muy difícilmente recuperables. Esta toma de conciencia pronto generará un ambiente de pesimismo en torno al proyecto.

A su llegada a Sevilla el Galatea fue sometido a una serie de reparaciones mínimas por parte de la Empresa Nacional Bazán por importe de 13.086.334 pesetas. Un año después de su llegada a Sevilla el Galatea mostraba una preocupante estampa desoladora que llevará al almirante Martel a dirigirse al Patronato para quejarse del abandono al que el buque había sido sometido. La respuesta del Patronato mostrará al almirante en toda su crudeza el fracaso del proyecto: “se impone rectificar el proyecto…el crédito político está agotado”. Si el crédito político ya estaba agotado, igualmente agotada parecía la posición de la Armada que comprobaba en directo el fracaso más que anunciado de un proyecto en el que nunca creyó.

En un intento desesperado por rectificar el proyecto el Patronato se dirigió al comisario de la Expo 92, Manuel Olivencia, socio de la Liga Naval, para intentar buscar acomodo al buque dentro de la estructura de la Expo. Un acomodo que pudo haber llegado de la mano de Luis Solana, en aquel momento presidente de la Compañía Telefónica Nacional de España, a través del proyecto de convertir el buque en un centro de transmisiones y comunicación para la Expo. Desgraciadamente, el proyecto no cuajó y el barco quedó en situación de abandono en el puente del V Centenario donde sufriría dos incendios y el expolio de mendigos y chatarreros, lo que acabaría provocando el hundimiento parcial del barco. La Armada asumió entonces el coste de reflotamiento y sacó el buque a una pública subasta que tuvo lugar el 26 de febrero de 1992, siendo adjudicado a la Clyde Maritime Trust por 8.000.000 de pesetas. El 1 de junio de 1993 el Galatea salía remolcado rumbo a Glasgow, donde llegaría veintidós días más tarde. En esta ciudad escocesa sería reconstruido recuperando el nombre original de Glenglee. El coste de esta obra ascendió a dos millones de libras esterlinas aportadas por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, el Ayuntamiento de Glasgow y la Agencia de Desarrollo de Glasgow. Para vergüenza de la clase política de la Transición, desde el año 2011 el buque, totalmente restaurado, puede ser visitado junto a Riverside Museum de Glasgow.