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Conferencia de D. José Luis Asúnsolo García «Don Fadrique de Toledo y la Batalla del Estrecho en su cuarto centenario».
Perteneciente al ciclo de conferencias «Efemérides históricas».

En este año 2021, se han cumplido cuatrocientos años de una batalla naval librada entre una flota española y otra holandesa, en aguas del estrecho de Gibraltar. El 10 de agosto de 1621 se enfrentaron las dos flotas en un duro combate que finalizó con una rotunda victoria española desgraciadamente casi olvidada en la historiografía actual, pero que tuvo en su momento una gran repercusión. Mandaba los galeones españoles Don Fadrique de Toledo y Osorio, marqués de Villanueva y Valdueza, hijo de D. Pedro de Toledo, antiguo Capitán General de las galeras de Nápoles.

En el año 1621 ocurrieron dos acontecimientos que dieron un giro de ciento ochenta grados a la política, seguida hasta entonces, por la Corona española; el primero de ellos fue la muerte el 31 de marzo de ese año de Felipe III y el segundo, el final de la tregua de los doce años firmada en 1609 por el duque de Lerma con las provincias rebeldes de los Países Bajos. No fue un tratado de paz sino una tregua acordada entre las dos contendientes. La sangría en hombres y dinero que costaba a España mantener una lucha que parecía no tener fin, aconsejaba llegar a un acuerdo. Por otra parte, el apoyo que las Provincias Unidas del norte de los Países Bajos, recibían de Francia e Inglaterra, se había terminado con la paz de Vervins en 1598 y la de Londres de 1604 que estos países habían firmado con España. La falta de este apoyo, que era fundamental para las provincias rebeldes, forzaron a éstas a aceptar la tregua.
La llegada al trono de Felipe IV supuso un relevo de Validos que terminó con la política pacifista seguida, primero por el Duque de Lerma y, después por su hijo el Duque de Uceda. Dos nuevos personajes tomaron su relevo: Baltasar de Zúniga y su sobrino Gaspar Guzmán de Pimentel, conocido más tarde como el Conde Duque de Olivares. Ello supuso reanudar las hostilidades con Holanda y la ocasión se presentó cuando el espionaje español en Venecia, organizado tiempo atrás por el marqués de Bedmar, informó que una numerosa flota de los Países Bajos compuesta por buques mercantes repletos de valiosas mercancías, escoltados por galeones bien armados, se disponían a atravesar el estrecho de Gibraltar con destino a su país. Con la tregua de los doce años, Holanda había conseguido de hecho su independencia, aunque ésta no fue reconocida oficialmente hasta la paz se Wesfalia en 1.648.

Inmediatamente se organizó una operación que tenía como objetivo cortar el paso de esta flota en el Estrecho, reuniendo el mayor número de barcos posible. En aquel entonces no existía una marina unitaria, sino que la fuerza naval de la Corona española, estaba compuesta por varias flotas que operaban en ámbitos distintos. Se ordenó a la flota de las Cuatro Villas mandada Francisco Acevedo, a la Portugal mandada por Martín Vallecilla y a la de La Mar Océana mandada por Don Fadrique de Toledo, que se concentraran en el Estrecho bajo el mando de éste. La flota de las Cuatro villas lamentablemente no tenía artillería suficiente y no pudo acudir a su cita a tiempo. La de Portugal tampoco estaba en condiciones, así que Don Fadrique tuvo que hacer frente solo con sus galeones a la numerosa flota holandesa que se le venía encima.

Mandaba D. Fadrique el galeón “Santa Teresa”; seis galeones y dos pataches más componían toda la flota de que disponía, entre ellos el “Santa Isabel”, el “Nuestra Señora de la Atalaya y el patache “San Nicolás”, cuyo capitán Diego de Hoyos, logró rendir a un barco enemigo de mucho mayor porte y tripulación en el transcurso de la batalla. El número de barcos adversarios, según algunos historiadores, era de 31, entre galeones de guerra y buques mercantes, aunque el historiador Cesáreo Fernández Duro lo cifra en unos 50. Existen documentos de la época en los que describen con detalle los pormenores de este encuentro naval.

Don Fadrique decidió meter en cuña su formación haciendo el mayor daño posible gracias a la superioridad artillera del “Santa Teresa”. La batalla que comenzó el día 10 de agosto, terminó sobre las tres de la tarde, con el resultado de siete galeones holandeses hundidos y dos apresados que fueron remolcados después de la batalla al puerto de Cádiz. Hubo considerables daños en los navíos españoles, pero ninguno resultó hundido. El buque insignia “Santa Teresa” logró sofocar un incendió que se declaró a bordo y perdió su palo mayor. El propio Don Fadrique resultó herido, pero su armada “De la Mar Océana” entró victoriosa en el puerto gaditano. No se pudo conseguir el objetivo principal, que era apresar a los mercantes, pero Don Fadrique fue nombrado, en reconocimiento de su victoria, Capitán general de la Gente de Guerra de Portugal.

Desgraciadamente cayó en desgracia años mas tarde por un enfrentamiento con el Conde Duque de Olivares que le había negado una licencia. Don Fadrique, que debía tener un genio vivo, no se dejó intimidar por el Valido al que llamó “poltrón”. Se le formó un consejo de guerra y fue encarcelado. De nada habían servido sus servicios, como la toma de San salvador de Bahía en Brasil, o la victoria contra los holandeses en el canal de La Mancha, entre otras. Se le condenó al pago de una fuerte multa, al destierro de la Corte y a la privación de su rango y honores. Su esposa doña Elvira, amiga de la reina Isabel de Borbón, logró de ésta, que esa sentencia no llegase a oídos de Don Fadrique que en aquellos momentos se encontraba muy enfermo. Falleció poco tiempo después y el Conde Duque ordenó que se quitase de su cadáver el cetro de Capitán General que tenía entre sus manos; hasta ese extremo llegó la soberbia del Valido. Cuando éste falleció en 1645, se hizo justicia a Don Fadrique restituyéndole todos sus honores como merecía uno de nuestros marinos más ilustres del siglo XVII.